lunes, 13 de abril de 2015

MADRUGÁ AÑO 2000

Se lo prometí a algunos amigos y aquí lo tenéis todos. Se trata de un resumen de la emisión de Canal Sur Radio durante los sucesos de la tristemente famosa Madrugá del año 2000. Si os tomáis la molestia de escuchar los veinticuatro minutos que dura, podréis comprobar, posiblemente con sorpresa, cómo casi al mismo tiempo que los hechos se están produciendo, van apareciendo las distintas hipótesis que luego se han utilizado para explicarlos. Y también veréis que todas menos una, van siendo sucesivamente descartadas. La que al final queda es justo la que las autoridades se empeñaron en negar. Asimismo, Lla grabación pone en evidencia el relato de los hechos que hizo el informe de la policía.Ya me diréis.




http://www.goear.com/listen/93799b6/madruga-ano-2000-canal-sur-radio

lunes, 8 de diciembre de 2014

ERASE UNA VEZ SEVILLA

A modo de invitación para que os animéis a ir a la exposición ‘Puertas de Sevilla, ayer y hoy’ que estará instalada en el Antiquarium de la Encarnación hasta el 22 de febrero, quisiera dedicar esta entrada del blog a un rincón muy principal de la Sevilla de hace siglo y medio que hoy, por desgracia, apenas tiene que ver con lo que fue entonces.

LA PUERTA DE TRIANA




De seguir aún en pie, la Puerta de Triana sería hoy en día uno de los rincones más característicos y, sin duda, típicos de Sevilla. Ya lo fue en su día. Por desgracia, en su destino se cruzaron decisiones que hoy juzgaríamos cuando menos incomprensibles, que reducirían a escombros lo que fue y hoy seguiría siendo un insigne monumento. Más que ocuparnos de su historia, en esta entrega nos recrearemos en sus detalles, en la vida que la rodeada y de la que nos dejó una impagable crónica la imagen, fiel reflejo de la Sevilla de entonces, captada por el fotógrafo francés Vigier en la década de los 50 del siglo XIX. La foto es tan buena y ofrece tantos y tan variados detalles, pintorescos unos, costumbristas otros, que he decidido trocearla para que podamos captarlos mejor.


Debo no obstante precisar que la imagen superior no es a la que me refiero, sino una tomada unos años después, pocos antes de la demolición de la puerta, la cual presentaba, como de inmediato podréis comprobar, algunas diferencias, fruto de una remodelación llevada a cabo después de que Vigier la retratara. Vamos ya con los detalles de esta fotografía.


La Puerta



El Frontispicio


Las azoteas laterales
Derecha

E izquierda (ésta con macetas)




La Puerta de Triana también tenía un balcón




Junto a la puerta había una barbería


Y en la otra esquina, la gente se sentaba a tomar el sol. Era por la tarde, claro.



En una de las ventanas había una palma




A ambos lados de la puerta, como en todas las demás puertas de la muralla, había kioscos.

Este era el de la derecha.



Y éste, el de la izquierda



El kiosco de la izquierda fue desplazado poco antes del derribo de la puerta para abrir junto a su arco principal un postigo para el paso de peatones. Para verlo, acudimos de nuevo a la otra foto.




En esa misma foto también se puede apreciar qué había detrás de la Puerta de Triana, la calle San Pablo.





En la foto de Vigier se ve el otro lado de la calle.





Y ahora sí, por fin, la foto de Vigier íntegra. Érase una vez Sevilla




Por desgracia, la Puerta de Triana hoy es así.




Sé que las odiosas comparaciones que suscitan estas imágenes pueden sumirnos en la melancolía y provocar el lamento por la pérdida de algo que ni siquiera nuestros bisabuelos llegaron a conocer. Mi deseo, sin embargo, es que provoque en nosotros una reacción diferente y más positiva: alertarnos para impedir que nada de eso vuelva a pasar en Sevilla, que sepamos conservar y defender lo mucho y bueno que aún posee y hace de ella una ciudad, todavía, única en el mundo.

Juan Miguel Vega




Para más información, pulsa aquí.

domingo, 16 de noviembre de 2014

SEVILLA SUBTERRÁNEA



La calle Don Remondo se llamó Horno de las Brujas pues cerca de ella aparecieron unos misteriosos subterráneos donde los antiguos situaban las ‘escuelas de magia diabólica de los moros’. Se tardó siglos en averiguar que no eran sino restos de unas termas romanas.


Calle Argote de Molina, donde estaba el legendario 'Horno de las Brujas'



La leyenda urbana describe el subsuelo de Sevilla como una laberíntica trama de pasadizos secretos y galerías ocultas que recorren la ciudad en todas direcciones. Túneles para trasladar el oro traído de América desde el río hasta un lugar seguro, corredores subterráneos que salvan toda clase de obstáculos, incluido el Guadalquivir, para comunicar castillos o fortalezas militares; minas horadadas por avaros judíos con el fin de ocultar en ellas sus ricos tesoros y, por supuesto, misteriosas estancias soterradas que servían de escondrijo y guarida a brujas, demonios y seres del más allá.
Hay leyendas sobre túneles que llegan hasta San Juan de Aznalfarache, de comunicaciones subterráneas que, partiendo de la Giralda, se dirigen hacia todas las iglesias de la ciudad. Raro es el palacio o el templo en el que no se refiere la existencia de algún misterioso pasadizo secreto.
Todas las culturas que se instalaron en Sevilla habrían realizado su contribución a esa misteriosa red de comunicaciones subterránea. Desde los romanos, los árabes y los cristianos medievales hasta cierto potentado contemporáneo que ha comunicado discretamente varias de sus propiedades a través de unos pasillos abiertos bajo la piel de la ciudad.


Apeadero de la Casa de los Pinelo, desde el que se puede acceder a unos subterráneos



Defensor de la existencia de esa intrincada red de galerías subterráneas, el historiador José María de Mena propuso hace años explorarla detenidamente; empresa para la que, en su opinión, sería necesario adoptar ciertas precauciones, entre ellas, proveerse de ‘armas de caza mayor’ en previsión de que ahí debajo los exploradores pudieran toparse con alguna sorpresa desagradable en forma de bicho poco amistoso.
Un día más, hemos de citar en esta página al divulgador decimonónico Alfonso Alvarez-Benavides, quien en sus artículos periodísticos recopilados en el libro ‘Curiosidades Sevillanas’, editado por la Universidad Hispalense y la asociación de libreros de viejo, refiere la existencia, y aún describe los detalles, de una buena porción de esos misteriosos subterráneos. Lo cual no quiere decir que en todos los casos su pormenorizado relato los libere del halo fantasioso y legendario que los envuelve. Especialmente, en el caso del subterráneo que asegura existe bajo la iglesia de San Nicolás, el cual estaría comunicado con la iglesia de la Trinidad, lo cual implicaría un pasadizo de más de un kilómetro, suponiendo que fuera en línea recta.
Habla también Alvarez-Benavides, y esta vez lo describe con bastante detalle, de una construcción subterránea, compuesta por varias galerías y salas, en una de las cuales se halló una piedra circular que habría servido de mesa -quién sabe para qué tipo de secretos rituales-, que fue descubierta en 1864 con ocasión del derribo de la Puerta de la Barqueta. En su opinión, tal obra pudo haber sido de origen romano. Lo curioso, sin embargo, es la ubicación de la misma, prácticamente extramuros.
Ya en el interior de la ciudad, refiere el divulgador la existencia de unos subterráneos en la calle Rodrigo Caro, a los que se accedía desde algunas casas cuyos propietarios cegaron las puertas que comunicaban con ellos, convencidos de que por aquellos pasadizos sólo podían transitar demonios. Una creencia que habría avalado, de ser cierto, el descubrimiento que, según nuestro autor, se produjo en la calle Mateos Gago, llamada entonces de la Borceguinería, donde durante unas obras se encontró una puerta que conducía a una estancia de planta octogonal en el centro de la cual había una mesa de mármol negro alrededor de la cual había varios esqueletos humanos sentados en unos escaños de piedra.
Los antiguos no consideraban nada extraño la existencia de tan misteriosas estancias en esta zona de la ciudad, pues en la misma no sólo habían vivido los moros, sino también seres de peor catadura aún: los judíos. De ese modo, fue habitual que proliferasen leyendas sobre la existencia de tesoros que los hebreos mantenían escondidos y de cuyo paradero no quisieron dar noticia a quienes los acabarían masacrando. A este respecto, Alvarez Benavides cuenta la hilarante historia de unos tipos que, excavando en busca del tesoro de un judío, lo que acabaron encontrando fue un pozo negro que hicieron estallar con sus golpes, viniéndoseles encima todos los detritus que desde antiguo contenía.
De todos los subterráneos de los que habla la leyenda, el único del que se ha comprobado su existencia y ha podido ser objeto de un estudio más o menos detenido, fue el que se halló en el siglo XVI bajo una casa de la calle Abades y que el vulgo conoció durante siglos como el Horno de las brujas, pues un erudito como Gonzalo Argote de Molina aseguraba que allí estuvieron las ‘escuelas de magia diabólica que tuvieron los moros’. Rodrigo Caro, todo un pionero de nuestra arqueología, refirió el ‘temor y espanto’ que sintió al penetrar en tan lóbrega edificación y recorrer sus galerías. Sin embargo, ya en el siglo XIX, una vez que la Ilustración y el Liberalismo habían hecho efecto, empezó a verse aquello con otros ojos. Bernard y Elena Wishaw, dos ingleses que vivían en la cercana calle Ángeles, donde poseían una interesante colección arqueológica, sostenían que se trataba de un templo tartésico dedicado al sol. Y ya José Gestoso apunta la tesis definitiva de que se trataba de unas termas romanas, cosa que han corroborado las investigaciones más modernas.

Palacio de Bustos Tavera, de donde partía un pasadizo subterráneo, hoy tapiado.


Hay, no obstante, noticias, indicios y datos de que nuestro patrimonio subcutáneo no se queda ahí. En la calle Bustos Tavera, por ejemplo, se han encontrado tramas subterráneas de origen y destino desconocido. Vecinos antiguos aseguran haberlas recorrido, comprobando que llevaban, cuando menos, desde el ex convento de la Paz hasta el monasterio de Santa Paula. Quizá la hipótesis de José María de Mena no era tan descabellada. Lo cierto es que ahí abajo, en lo más profundo, existen cosas que desconocemos. Un mundo ignoto que, sólo si nos atrevemos a penetrar en él alguna vez, podremos saber si merece o no la pena, si debe o no darnos miedo.

martes, 16 de septiembre de 2014

LA TORRE DE LA DISCORDIA

Todo empieza a estar consumado. Con el desmontaje de la grúa más alta, la construcción de la Torre Pelli ha entrado en su fase final. Se verifica así lo que muchas personas sensatas y con conocimiento de causa catalogan como un despropósito.
A lo largo de los últimos años, en las entrevistas que publico cada domingo en las páginas locales del diario El Mundo de Andalucía, he interrogado a muchas personalidades de la ciudad sobre este asunto. Y aunque reconozco que algunas de ellas se mostraban a favor de la construcción del edificio, debo reconocer que la mayoría estaba radicalmente en contra. Por cierto que de esa mayoría formaban parte las personas que me ofrecían más crédito. A continuación, extractadas, ofrezco algunas de esas opiniones. Ruego asimismo que ustedes, los lectores de este blog, también participen con su opinión en este debate.

Muchas gracias.




Aspecto actual de la Torre Pelli. (foto El Correo de Andalucía)






Vicente Lleó. Catedrático de Historia del Arte.

'En España siempre se dijo que las tres primeras ciudades eran Madrid, Barcelona y Sevilla. Y Sevilla, arrastrando un aire de grandeza lastimera, ha buscado muchas veces de un modo espasmódico recuperar el protagonismo perdido. Claro eso se hace en una sociedad muy inculta y, lo que es peor, con unos gobernantes enormemente incultos que son capaces de proponer los mayores disparates del mundo a una sociedad embotada, totalmente carente de sensibilidad, a la que todo le da igual. Si mañana dicen que se va a sustituir la Giralda por una torre de metacrilato más moderna, dirá que le parece muy bien. Estoy convencido'.


Fernando Mendoza. Arquitecto.

'Es el síntoma de una sociedad enferma. Que un grupo de amiguetes con poder político y económico puedan construir una cosa que no estaba prevista  ni en el Plan General, ni en la legislación de paisaje, ni en la legislación de Patrimonio Histórico ni en ningún lado… es un abuso de poder, claramente. Será el símbolo de una época, la del pelotazo, que ha hecho mucho daño y ha destrozado tanto como el tardofranquismo'.


Manuel del Valle Arévalo. Ex alcalde de Sevilla.

Esa torre en ese sitio crea una serie de problemas que urbanísticamente no están resueltos. A mí, lo de la altura… hombre me parece de mal gusto tener una torre así, aislada… otra cosa es cuando forma parte de un conjunto de edificios, como las torres de la Castellana en Madrid. La torre Pelli puede que sea un buen edificio, pero urbanísticamente crea una serie de problemas: el tráfico, su relación con el resto de los edificios de la Cartuja, y esas cosas hay que pensarlas antes’.




José María Cabeza. Aparejador y ex director del Alcázar.

Es algo que está a destiempo, no estamos en la época de los rascacielos. Y donde se están haciendo, son de cuatrocientos metros de altura. Aparte, ese edificio está modificando innecesariamente la silueta de Sevilla. Y lo hace solamente por la arrogancia del poder económico, que es lo triste. Hablamos cada vez más de los aspectos sociales y humanos, pero el capital es mucho más potente. Que una entidad como una caja de ahorros, cuyos fines son sociales, se dedique a hacer una obra como ésta... una obra innecesaria, porque ¿quién se la ha pedido?


Víctor Pérez Escolano. Arquitecto y ex concejal del Ayuntamiento de Sevilla.
'Me parece que no sólo no hacía ninguna falta, sino que va a generar problemas, y no sólo del paisaje, también de tráfico importantes. A mí me parece que no era necesario hacer una torre de esa dimensión, ni ahí ni en ninguna otra parte del centro de la ciudad, que es lo que en definitiva es la Cartuja. Otra cosa sería en otra parte del entorno metropolitano, desgraciadamente ya desbocado, donde pudiera localizarse un centro de negocios. Pero además, es que en mi opinión el procedimiento es fallido. Jurgën, el de la Encarnación, es un joven arquitecto berlinés que si en el futuro se consolida como una gran figura, Sevilla podrá decir que ayudó a su lanzamiento. Pero la corporación de Pelli, que es una persona muy mayor, es una gran fábrica de proyectos que hace muchos edificios de este tipo en distintas partes del mundo. La torre Pelli pertenece a un capitulo anterior de la historia de la Arquitectura. Cuando se inaugure esta obra probablemente podrá tener calidad de ejecución, pero desde un punto de vista visual habrá quien al datarlo dirá que es de 1989'.



José García-Tapial. Arquitecto, ex jefe de Planeamiento de Urbanismo.

'El caso de la Torre Cajasol es realmente grave porque una cosa es destruir espacios o edificios significativos, cuya repercusión se limita al fin y al cabo al propio ámbito de una calle o una plaza, y otra cosa es destruir una imagen simbólica de la ciudad que se viene manteniendo desde el siglo XVI. Además, haciéndolo de una forma muy gratuita, porque no responde a una auténtica necesidad, sino a un deseo de alzar un hito, hacer un icono, en contra además de todas las teorías arquitectónicas y urbanísticas vigentes, incluso de las extra arquitectónicas, como es el tema de la sostenibilidad, que ahora mismo es una bandera que enarbolan no sólo los técnicos sino sobre todo los políticos, con un edificio tan poco sostenible como un rascacielos'.


José Merino. Catedrático de Ecología de la Universidad P. Olavide

'Un edificio de tal calibre es poco sostenible porque siempre que se produce una concentración alta del uso de recursos, automática e inevitablemente, por un principio de organización, estos se utilizan de manera ineficiente. O sea, que, de entrada, en el aspecto de sostenibilidad, la cosa está bastante mal para la Torre Pelli'.


Daniel Martínez. Publicista.

'El problema de la Torre Pelli es que hay otra igual en Bilbao. Y los de allí siempre podrán decir que la suya fue la primera'.


Antonio Sáseta. Arquitecto.

La Torre Pelli es un infame negocio inmobiliario del peor estilo.’


Juan Carlos Arañó. Catedrático de Didáctica de la Expresión Plástica.

'¿Las setas nuestro Guggenheim? Hombre, por Dios. No se puede ni comparar. Y mucho menos, la Torre Pelli. Esa es la modernidad de los pobres. Una modernidad de tercera división. Ni siquiera de segunda. Si querían hacer algo importante deberían haber traído a Frank Gehry, pero cuesta dinero. Por eso apuestan por proyectos cutres que si van a enriquecer a alguien no es precisamente al patrimonio de la ciudad'.


Jaime López de Asiaín. Arquitecto.

‘Esto de la torre Pelli se está convirtiendo en una carrera contrarreloj para ver quién gana más dinero, que no va a ser Cajasol, eh? Cajasol se va a arruinar con esto. Ellos mismos dicen que no se ocupará del todo hasta el año 2025. Cualquiera que haga números, sabiendo la cantidad de edificios de oficinas que están vacíos por la crisis, comprenderá que eso va a ser una ruina. Porque, además, hoy en día, la oficina propiamente dicha no hace falta. La gente trabaja con un ordenador y eso se puede hacer en casa. Un espacio para oficinas sólo lo necesita una empresa que sea muy fuerte o una entidad oficial. Sí, esa torre va a ser una auténtica ruina, aparte de que es un disparate de edificio’.



Ventura Galera. Arquitecto.

'Catetos son los que piensan que la modernidad es hacer un rascacielos de ciento ochenta metros, que a escala de los que se están haciendo ahora es totalmente mediocre. Los últimos que se han hecho en Asia van por ochocientos y pico metros. Si es por altura no vamos en vanguardia y si es por calidad del edificio, tampoco. Porque ese tipo de rascacielos está repetido mil veces en todas partes. ¿Dónde está la modernidad? En ciudades serias no se hacen rascacielos. Y menos en zonas centrales'.




Jacobo Cortines. Escritor

'La propia izquierda salió diciendo que al fin se ha hecho justicia cuando se dio vía libre a la Torre Pelli. Si los teóricos marxistas defienden algo que responde al capitalismo más salvaje, creo que está dicho todo'.

'(Zoido) Me ha decepcionado. Pero absolutamente. Lo digo así. Estoy profundamente decepcionado con la actitud del alcalde. Creo que debía haber sido otra. Y ya cuando he visto en la prensa que va a haber una comisión para reducir el impacto visual de la torre... ¿cómo se puede hacer eso, de qué manera, sacándonos los ojos? Me parece una perversión.




Ignacio Medina. Duque de Segorbe.

El proyecto de la Torre Pelli me parece que es jugar a ricos. Que una caja, que ya veremos en qué situación está, se dedique a hacer un minirrascacielos rompiendo la silueta de la ciudad me parece absurdo’.



Juan Pedro Alvarez. Presidente del Banco de Alimentos de Sevilla

La Torre Pelli, en estos momentos, no tiene sentido. Primero, no sé si Cajasol tiene músculo suficiente para financiar su construcción. Según mis noticias, no va a encontrar fácilmente esa financiación fuera de la propia caja. En segundo lugar, aunque pudiera hacerla, Cajasol no ocuparía la totalidad de la torre, y en este momento no creo que hubiera muchas empresas que pudieran alquilarla y hacerla rentable. Si a todo ello se le une la polémica patrimonial que suscita, creo que no es ni el mejor momento ni el mejor proyecto’.


Juan Valdés. Pintor.

No me gusta porque Sevilla es una ciudad horizontal y eso no deja de ser un pellizco en su homogeneidad. Además, es una copia de cosas que se están haciendo por ahí. ¿Por qué en altura? ¿No se puede hacer eso mismo a lo ancho? Pero como ahí hay intereses comerciales y hay dinero de por medio… pues nos la vamos a tragar también’.


Basilio Moreno. Presidente de la asociación 'Retiro Obrero'.

'Con relación a la Torre Pelli, más que en el impacto que pueda tener en el paisaje de Sevilla, yo haría hincapié en su ilegalidad. Cada día se ven más claros los acuerdos por debajo de la mesa y las irregularidades que supone dentro del Plan General de Ordenación Urbanística'.



Ismael Yebra. Médico y escritor.

'Las setas o la Torre Pelli son sólo dos de los muchos engendros que tiene esta ciudad, a la que le pasa una cosa que yo siempre digo: tiene muchos novios, muchos amantes, pero nadie que quiera casarse con ella'.


Diego de los Santos. Ex diputado andalucista.

‘Tenemos la suerte de contar con una ciudad barroca de una calidad y una extensión como no hay otra en Europa. Qué venga aquí una serie de gente a intentar modernizarnos horteramente con las setas y con la Torre Pelli… lo de horterada tal vez sea un calificativo demasiado suave para lo que se ha hecho aquí’.


Enrique Valdivieso. Catedrático de Historia del Arte.

'Sevilla ha tenido como prurito siempre no construir nada por encima de la Giralda. Sevilla no necesita rascacielos. Ya se ha demostrado que no son precisamente una bendición, sino un peligro. Son muy frágiles y además complican el entorno porque a su alrededor siempre hay cientos de coches que quieren aparcar y miles de personas que se mueven. Pero en la nueva mentalidad esto quiere parecerse a Chicago o Tokio aunque no tengamos necesidad de ello'.



Antonio Cruz. Arquitecto.

'A mí me gustaría que alguien me explicara qué necesidad hay; ésa sería la primera pregunta. Si hay empresas sevillanas que necesitan ese edificio. Y ¿un icono de la modernidad…? Bueno. Es una torre, circular o elíptica. ¿Es eso la modernidad? ¿Simplemente por el hecho de tener cerca de doscientos metros eso es moderno?'


Aquilino Duque. Escritor.

'Yo, como soy un reaccionario, tengo derecho a que no me gusten las setas ni la Torre Pelli, pero tampoco voy a hacer una cuestión de gabinete por eso. Mal gusto hay en todas las épocas y en todas las ciudades. Unas conservan el tipo mejor que otras'.


Rafael Choza. Arquitecto, autor del proyecto Torneo Parque Empresarial.

Hay gente muy próxima a mí que me dice que en Sevilla somos unos catetos, que por qué no vamos a hacer edificios altos si Sevilla es una ciudad grande. Sevilla es una ciudad grande, pero con mayúsculas. Sevilla es una ciudad grande no porque tenga setecientos mil habitantes. Y no le hace falta una torre. Yo no veo una torre ahí porque aquello va a ser, entre otras cosas, un problema de tráfico importante. En este momento, en el que hay oficinas vacías a manta, por qué hacer una torre así de grande. Yo no lo entiendo’.


Rafael Valencia. Arabista y director de la Academia de Buenas Letras.

'Yo estoy a favor de que se haga (la Torre Pelli), pero de otra manera. Tres pisos hacia arriba y cuarenta y ocho pisos hacia abajo, de modo que hubiera aparcamiento para una ciudad de diez millones de habitantes. Según mi alcalde, soy muy antiguo'. 



Jorge Palma. Biólogo y presidente de la Asociación Ben Baso.

'Parece como si hubiera una carrera para ver quien consigue un hito arquitectónico más llamativo, quizá por ese afán de perpetuarse en la Historia, de dejar la huella. En Sevilla, una ciudad de tipo mediterráneo donde el caserío está muy equilibrado, no tiene mucho sentido. No viene a cubrir ninguna necesidad, sino más bien a crear problemas nuevos, como el de la accesibilidad a algunas zonas de la ciudad. Además, un rascacielos consume mucha energía y encima rompe el paisaje. Ese proyecto no piensa en el ciudadano'.


Luis Gómez Estern. Arquitecto.

La Torre Pelli es un edificio moderno, un rascacielos pequeño, que no está mal, pero está demasiado cerca del centro. Un edificio así no se habría podido construir ni Copenhague, ni en Washington, donde ningún edificio puede ser más alto que el Capitolio, ni, por supuesto, en Florencia ni Venecia. Ni siquiera en Londres, donde hay rascacielos, pero también normas muy estrictas para que no tapen determinados monumentos. La Torre Pelli tapa la Giralda y también, desde el otro lado, le sirve de telón, haciendo invisible su remate’.


Claudia Zavaleta, Arquitecta.
‘La Torre Pelli no es que me parezca un desatino, me parece una estupidez. Es peor todavía, porque entra en el terreno de lo no pensado suficientemente, de la frivolidad si lo prefiere’.


Manuel Alejandro Cardenete. Economista.
En Bilbao hay una torre muy parecida, la torre Iberdrola, que también fue muy criticada. Ya está terminada, pero está prácticamente vacía. Caixabank tiene un papelón con la torre Pelli, que es más alta que la Iberdrola, porque llenarla va a ser prácticamente imposible. La torre fue otra genialidad de una caja de ahorros dominada por unos políticos que se meten a gestionar lo que no saben. Porque se decidió hacer la torre cuando la crisis estaba encima y se sabía que eso iba a ser absolutamente para nada.


Joaquín Moeckel. Abogado.
El tema de la Torre Pelli; resulta que después de haber dicho que eso hay que tirarlo, ahora me voy a la Unesco a defenderlo. Un desdoble de personalidad (de Zoido) que a mí me vuelve loco. ¿Qué ha pasado? Pues lo que todo el mundo sabe, que una cosa es ejercer la oposición y otra el poder. Eso sí, hay gente que sí toma decisiones. Monteseirín nada más llegar acabó de un plumazo con el proyecto de Becerril de hacer un edificio municipal en el Prado. Esos gestos le llegan al votante.


José Antonio Solís Burgos. Ex presidente del Colegio de Aparejadores.
La torre Pelli será una más y habrá otras torres, no me cabe la menor duda. La única duda importante que tengo es si la torre es rentable desde el punto de vista económico, aunque supongo que La Caixa, que la ha asumido, sabrá lo que hace.


Juan Carlos Aguilar. Abogado y ex diputado andalucista.
Desde el punto de vista jurídico, diga lo que diga el actual alcalde, que no es quien la hizo pero la está asumiendo, no es legal. Las licencias que se le han concedido son claramente ilegales porque infringen el plan general de ordenación urbana, que no permite esa edificación. Se han amparado en el plan especial, pero el plan especial no puede ir en contra del plan general. Además, en el mismo plan especial la torre está camuflada. Sólo en un artículo se habla de un edificio de cincuenta plantas que fuera una propuesta arquitectónica de calidad; identificando calidad con altura, cosa que es discutible.


Angel Díaz del Río. Decano del Colegio de Arquitectos
‘Si es legal o no, no lo sé porque no he visto el expediente. Lo que sí es cierto es que, desde un punto de vista urbanístico, no tiene sentido hacer una torre de doscientos metros en Sevilla. Desde los años noventa, la Junta de Andalucía ya dijo que en Sevilla más de cinco plantas como que no. Y en esa zona está precisamente establecido ese parámetro. Es el que hay en la Cartuja.  La gran pregunta es qué aporta a la ciudad. La Encarnación, incluso por la polémica que genera, puede aportar un atractivo turístico, pero la Torre Pelli no sé qué aporta. Yo creo que nada. Y, desde luego, no se puede poner ni siquiera en riesgo de correr peligro el patrimonio de la ciudad. En puro urbanismo, Ley del Suelo y reglamentos, la Torre Pelli no tiene cabida’.


Isidoro Moreno. Antropólogo.
‘En la torre Pelli, que yo prefiero llamar Cajasol, tanto el señor Monteseirín como el señor Pulido (presidente de Cajasol) lo que quieren es hacerse su propio panteón, su particular Valle de los Caídos’.


Enrique Pavón. Derribista.
¿Que qué me gustaría tirar?  La Torre Pelli esa que están haciendo. No me gusta nada. Ni el sitio, ni la torre ni nada. Además, veo absurdo que un banco que además me parece que no tiene mucho dinero, en vez de prestarle dinero a los industriales para que creen puestos de trabajo, se meta en eso para hacer oficinas. ¡Pero si hay en San Jerónimo yo qué sé cuantas torres con dos mil quinientas oficinas que están vacías!


Continuará...

miércoles, 10 de septiembre de 2014

EL ULTIMO FANTASMA DEL CEMENTERIO

Quien estas crónicas firma tiene la costumbre de celebrar la llegada del otoño releyendo La Venta de los Gatos, el famoso relato de Gustavo Adolfo Bécquer. Mas, no contento con leerla, vuelve cada año a visitarla para verla bajo el cielo encapotado y envuelta en el halo de la leyenda. Craso error. Hace ya muchos años que de aquel que Bécquer catalogó en su relato como ‘el más neto y característico de todos los ventorrillos andaluces’ no queda sino un descuidado residuo que da lo mismo ver con lluvia y frío que con el sol que inflama la calor del membrillo, cuya supervivencia debemos al tesón de su humilde dueño; a nadie más.



Busto de Gustavo Adolfo Bécquer, obra de Illanes, junto a la Venta de los Gatos.
Foto Antonio Sánchez Carrasco



Avenida de Sánchez Pizjuán, número 25. Las cosas han cambiado mucho, ya por aquí no pasan coches fúnebres tirados por espectrales caballos adornados con plumeros negros, tampoco se ven ataúdes portados a mano por desgarbados individuos de mala catadura; ya no es 'el camino por el que pasan los muertos, donde las flores y los árboles tomaron por eso un color diferente'; ni siquiera los muertos dan el mismo miedo que entonces. Porque, despojado el acto de la antigua trascendencia, lo de morirse se ha acabado convirtiendo en un trámite. El muerto al hoyo y el vivo a su hipoteca, que la cosa está muy mala. La gente ni siquiera es consciente de que el finado a quien velan en el cercano tanatorio de la SE-30 conoce ya la gran verdad oculta de nuestra existencia. Si hay un más allá de ese cuerpo serrano que dejó de funcionar o todo termina, precisamente, al final de esta avenida; en la columna de humo negro que se levanta sobre el horizonte, llena de oscuras reminiscencias de campos de concentración, alertando de dónde está el fuego... fatuo de un vivir que se acabó.
Ahora, todo eso -¡incluso eso!- le importa un bledo a la gente, pero hasta hace no demasiados años, aún pervivía en el ánimo de los sevillanos un cierto reparo, una comprensible reticencia antes de tomar la decisión de venirse a vivir a estos contornos; todavía causaba impresión -¡leche, daba miedo!- el hecho de vivir ‘al lado del cementerio’. Nadie quería. Sin embargo, hoy en día, ya ven, hasta se editan guías para que los turistas visiten el camposanto y la gente vaya de excursión a echar el día viendo la tumba de fulano o el panteón de mengano; incluso la fosa común donde enterraron a los fusilados durante la represión franquista.
El 1 de enero de 1853 comenzó a funcionar el cementerio de San Fernando; bastantes meses antes, desde que se tuvo noticia de la intención de crearlo, la Venta de los Gatos había entrado en decadencia. Hasta ese momento, si hacemos caso a Gustavo Adolfo Bécquer, había sido un alegre ventorrillo –‘el más neto y característico de todos los andaluces’- ubicado en el camino del convento de San Jerónimo adonde iba la gente de los barrios populares a solazarse, sobre todo en las tardes de primavera, y probablemente también en las de nuestro primaveral otoño. Sin embargo, todo fue anunciarse la creación del camposanto y verse la venta fuera engullida por la fúnebre atmósfera que siempre envolvió los sitios donde se enterraba a los muertos. A partir de aquella fatídica fecha, la clientela de la venta se limitaría a enterradores, cocheros y, en general, personal del sórdido gremio funerario.


La Venta de los Gatos, en la actualidad. Foto: Antonio Sanchez Carrasco.


Aquel hecho histórico fue elevado a la categoría de mito literario por el genio del barrio de San Lorenzo, quien conoció de primera mano el alcance del trauma ocasionado en la zona por la instalación en ella del nuevo gran cementerio de la ciudad, dado que Bécquer no abandonó Sevilla hasta más de un año y medio después. Este dato puede que sorprenda a muchos de los que conozcan su relato sobre la Venta de los Gatos, pues en él, el autor dice haber vuelto a la ciudad después de diez o doce años, encontrándose con la novedad del cementerio, aunque no sólo con esa. Atención a esto que también dice: ‘Yo dejé una Sevilla y encontraba otra muy diferente. Yo dejé una ciudad grande, hermosa sin afectación, tal vez con abandono, llena de un encanto propio, con un aspecto y una fisonomía originales y características, y la hallé tan mudada que sólo puedo comparar el efecto que me hizo al verla con el que experimentaría un entusiasta de nuestras costumbres y nuestros trajes típicos al tropezar una cigarrera del barrio de Triana con una crinolina a la emperatriz, un sombrero de tope alto y el pelo a lo Fuoco. Tan extraño, tan antiármonico y perdóneme la civilización, encontré la mezcla de carácter andaluz y barniz francés que veía en todo lo que me rodeaba’.
No, Bécquer no pudo llevarse esa desagradable sorpresa, pues asistió en directo a todos esos cambios; lo cual no resta un ápice de valor a la feroz crítica que encierran sus palabras; de gran actualidad, dicho sea de paso. Especialmente, si reparamos en este otro párrafo del mismo relato: 'Visité los edificios más notables; y torné a vagar y a perderme entre las revueltas del antiguo barrio de Santa Cruz; en el curso de mis paseos extrañé muchas cosas nuevas que se han levantado no sé cómo; eché de menos muchas cosas viejas que han desaparecido, no sé por qué'.
El relato becqueriano es, por eso, a la vez que una historia legendaria, una crónica social, una denuncia sobre la destrucción de Sevilla, en la que ya entonces había quienes se afanaban bajo el pretexto de la modernidad (la 'civilización', dice Gustavo Adolfo). En este sentido, la Venta de los Gatos no es sino el paradigma del patológico desprecio que Sevilla parece sentir por sí misma. Un residuo que sobrevive gracias al romántico empeño de su propietario, un hombre que no pudo ser torero pero que sí fue capaz de capear la embestida de la especulación, el desprecio de las autoridades y la ignorancia o, peor aún, la indiferencia del pueblo. Olvidada en un rincón, la Venta de los Gatos es hoy el ultimo fantasma de un cementerio que ya no da miedo a nadie.


Con mi agradecimiento a Antonio Sánchez Carrasco por las fotos cedidas para este reportaje.

lunes, 8 de septiembre de 2014

DOS AVISOS (SERIOS AVISOS)




El ecónomo diocesano del Arzobispado de Sevilla es un tipo serio. Lo es en los dos sentidos del término. Serio por riguroso a la hora de desempeñar su cometido y serio porque sus genes sorianos así lo determinan. Al fondo, es posible entrever cierta retranca, tal vez adquirida por vía conyugal o, porque después de unos cuantos años en Sevilla, dado que todo se pega, algo le haya podido calar la guasa local, pero Alberto Benito Peregrina es castellano de pura cepa y, en general, se le nota bastante. No habla a humo de pajas, desconoce la ojana, va por derecho. Ser mesetario y tratar con números es lo que tiene. Le pasa lo mismo que al arzobispo Asenjo, con quien por cierto no tiene parentesco alguno a pesar del parecido entre los segundos apellidos de ambos. Los dos son de un carácter que a muchos sevillanos cuesta entender. Sin embargo, para ciertas cosas, llevar los dineros, por ejemplo, viene muy bien. Decididamente, España no ha sabido aprovechar en los últimos siglos la reciedumbre de los castellanos para resolver sus cuitas. Posee esa tierra sin mar un cierto poso germánico que nos habría venido muy bien a todos. Hay pues que tomarse muy en serio las palabras pronunciadas por Alberto Benito en la entrevista que este verano le hicimos en las páginas de El Mundo con respecto a la situación de los templos de Sevilla. La incapacidad demostrada por la ciudad para sacar partido a su inmenso patrimonio cultural, más allá de sus monumentos principales, puede acabar causando estragos enormes en éste.

Iglesia de Santa Catalina


La Iglesia no tiene medios ni, ojo a este dato, necesidad operativa para afrontar el extraordinario gasto que requiere la conservación de los templos. Es, por tanto, necesario que las administraciones públicas tomen parte activa en ello, dejando atrás prejuicios analfabetos y visiones laicistas sectarias, como la de aquella consejera de Cultura (tiene guasa a qué tipo de gente se ha colocado en ese cargo) que pretextó el agravio que podrían sentir los andaluces budistas para no restaurar con dinero público templos católicos. Carmen Calvo se llamaba la interfecta. Alberto Benito hace la advertencia aportando un dato: la posibilidad de que la situación obligue a cerrar el veinticinco por ciento de los templos. No es un farol, sino el modo de hablar, en plata, directo, de los castellanos; ese que tanto chirría en los oídos sevillanos, tan acostumbrados a la lisonja y la falsía. Vivimos del turismo y a éste lo atrae el patrimonio. El nuestro está compuesto, básicamente, por iglesias y la Iglesia no tiene dinero bastante para mantenerlas todas. ¿Qué hacemos con ellas? ¿Dejamos que se caigan y nos morimos de hambre, pero muy dignos y muy laicos, o empezamos de una maldita vez a ser prácticos, dado que lo de ser cultos requiere algo más de tiempo?



LA MURALLA SE DESMORONA


Lo que Alberto Benito tal vez ignore es que el de la Iglesia Católica no es el único patrimonio monumental de Sevilla que se encuentra en peligro; también lo están monumentos civiles de primer orden, como por ejemplo uno de los más grandes que tenemos: la muralla almohade de la Macarena que, literalmente, se está desmoronando, lo cual, además de un peligro y un hecho culturalmente intolerable es, desde el punto de vista sevillano, una auténtica vergüenza. No es una exageración alarmista, cualquiera que pase por el interior de la vieja cerca, concretamente por la calle Macarena, podrá apreciar de forma nítida cómo se desmenuza a ojos vista el tapial, una especie de argamasa, con el que está construido el monumento (declarado como tal el 11 de enero de 1908). La arenisca acumulada en la acera, que no es otra cosa que ese tapial desmenuzado, delata claramente el problema. La falta del necesario mantenimiento y de la obligada protección que debería tener una pared con casi mil años de antigüedad pero que cualquiera puede tocar y manipular sin ningún tipo de impedimentos ha provocado la aparición en ella de agujeros de notable profundidad que constituyen toda una tentación para que los desaprensivos, o, simplemente, los chavales, los agranden aún más. En algunos tramos el deterioro empieza a alcanzar niveles tales que podría comportar serios riesgos a corto plazo. Urge pues que las autoridades tomen cartas en el asunto e intervengan en la muralla antes de que sea demasiado tarde. Porque además de perder un monumento nos exponemos a que cualquier día de estos pueda ocurrir una desgracia. ¿O es que hay, como siempre, que esperar a que suceda para ponerse en marcha entre lamentos y golpes de pecho?

sábado, 21 de junio de 2014

EL VALOR DEL REGIONALISMO

Sevilla tiene una deuda pendiente con el Regionalismo. No le ha devuelto, en forma de reconocimiento y divulgación, todo lo que aquel le aportó en las primeras décadas del siglo XX. De hecho, hoy por hoy, las verdaderas señas de identidad, la imagen misma de la ciudad, el contexto que envuelve armónicamente su monumentalidad, está representado por la obra de unos arquitectos geniales a quienes, en una desgraciada e injusta paradoja, no se dispensa la consideración que su enorme altura merece.
La actitud de displicencia y olvido que hacia ellos ha venido mostrando la Escuela de Arquitectura de Sevilla, ignorando su indiscutible valía y la importancia del legado que dejaron, es una intolerable injusticia que ha de ser reparada cuanto antes.
Los maestros que inventaron el estilo Regionalista, con Aníbal González, Juan Talavera Heredia y José Espiau al frente, fueron arquitectos de primer nivel; artistas versátiles que supieron compaginar el lenguaje de su época, cultivando el estilo Modernista, con la creación de uno propio y nuevo, inspirado en las señas de identidad tradicionales de la ciudad y en los estilos arquitectónicos clásicos, si bien sometidos a una reinterpretación que los convertiría en algo diferente, algo inédito que aportar para el futuro. De ambos estilos dejarían toda una constelación de muestras que sin duda contribuyeron a acrecentar la belleza de la ciudad, al tiempo que a revalorizar su patrimonio arquitectónico. No todos, por desgracia, han llegado hasta nosotros.
Hay, pues, motivos de sobra para que Sevilla haga gala y exhiba con orgullo la riquísima colección de arquitectura que le proporcionaron aquellos maestros. Y, precisamente ahora que nos aproximamos el Centenario de la irrupción del estilo Regionalista, debe hacerlo cuanto antes, pues ello, además de un acto de justicia, sin duda constituiría un notable atractivo que sumar a su importante oferta cultural.

ANÍBAL GONZÁLEZ ÁLVAREZ-OSSORIO (1876-1929)



Casa para Laureano Monto. Calle Alfonso XII,. Estilo Modernista (1905-6) 
Edificio de viviendas y comercios para Manuel Nogueira. Estilo Regionalista Mudéjar. Martín Villa Santa María de Gracia. 1907-1908



Fábrica de Gas. Avenida Juan Pablo II, Estilo Modernista 1911-1915.


Casa para el Marqués de Villamarta. Avenida de la Constitución-García de Vinuesa 1915-1917



Edificio Consejería Innovación. Calle Torneo. 1919-1920



Considerada 'un resumen de la Plaza de España', Casa Luca de Tena. La Palmera. 1923-1926



El modernista Gran Café de París de la esquina de la Campana con O'Donnell. 1904-1906. Demolido en los infaustos años Setenta. Una de las obras que perdimos de Aníbal González.


Proyecto de la Basílica de la Inmaculada, que empezó construirse en la Huerta del Rey pero jamás se terminó. Hubiera sido la Sagrada Familia de Aníbal González.


JUAN TALAVERA HEREDIA (1880-1960)


Casa de María Chafer. Estilo modernista. Plaza S. Francisco. 1914



Casa de los hijos de Vicente Aceña. Avda. de la Borbolla. 1913-1915


Casa Manuel García Montalván. Alfarería. 1924-1926

Casa Anastasio Martín. C/Almansa. 1925-1926

Edificio de la Telefónica. Regionalismo barroco. 1926-1928 

Edificio de viviendas. Villegas, esquina Francos. Regionalismo neoclásico.



JOSÉ EPIAU MUÑOZ (1875-1938)



Casa para Antonio López. C/Orfila. Estilo modernista,. 1907-1908


Casa Grosso. C/San Pablo. Estilo modernista. 1908-1909


Casa de Antonio González. Estilo Modernista. Avda. Constitución. 1910 


Casa para Manuel García Alonso. Estilo modernista. Pza. S. Francisco. 1911-1912



Y cuando Espiau hace Regionalismo, le sale esto: Casa Ciudad de Londres, C/Cuna. 1912-1914 



O esto. Edificio La Adriática. Avda. Constitución. 1914-1922


O esto. Edificio Pedro Roldán,. Plaza del Pan. 1926-1927


O esto. Hotel Alfonso XIII, 1919/1


COLOFÓN

Lo hasta aquí expuesto no es más que una brevísima muestra del extenso legado que los arquitectos regionalistas (aunque ya hemos visto que fueron mucho más que eso) dejaron a la ciudad. Un patrimonio riquísimo y de primer nivel que demuestra cómo la modernidad, aunque algunos lo nieguen, se introdujo hasta los tuétanos en aquella Sevilla de principios del siglo XX. Y además lo hizo con respeto a la fisonomía de la ciudad y a la herencia recibida. Sin la soberbia del ignorante. Es indudable que Sevilla no ha sabido aún hacer valer ese patrimonio, darlo a conocer, sacarle todo el partido que podría. Ahí va pues nuestro reto a las autoridades para que se decidan a hacerlo. De Sevilla no sólo pueden venderse como atractivos turísticos conceptos etéreos como las vísperas de la Semana Santa. Hay también un rico patrimonio tangible y a  la vista (aunque no siempre queramos verlo) del que muchas ciudades se enorgullecerían. Muchos de esos edificios están cumpliendo ahora un siglo de existencia. Sin duda un buen pretexto para acometer la empresa, que por otra parte es barata.